Videojuegos para disminuir el dolor y favorecer la curación de los niños con cáncer
Un último estudio afirma que el juego reduce hasta en un 20% la administración de morfina en estos pequeños con mucositis. Los expertos explican que los resultados se podrían aplicar a otros menores con enfermedades malignas.
Muchos niños con cáncer padecen dolor. Un dolor que, a veces, llega a ser insoportable. Cómo disminuirlo para que tengan una mejor calidad de vida, y si el juego puede ser determinante para conseguirlo, son las cuestiones a las que respondieron expertos del Hospital de la Paz. El resultado fue un estudio promovido por la Fundación Juegaterapia cuyas conclusiones sugieren que “los videojuegos podrían incluirse como analgésicos no farmacológicos en las mucositis oncológicas pediátricas y formar parte, por tanto, del protocolo de atención sanitaria a estos pacientes”. En dicha investigación se constató una disminución del 20% en la administración de morfina a estos pequeños y un aumento del 14% del tono parasimpático [el que controla las funciones y actos involuntarios. Los nervios que lo integran nacen en el encéfalo, formando parte de los nervios craneales oculomotor, facial, glosofaringeo y vago], responsable en gran medida de la recuperación del organismo, favoreciendo así la curación. El estudio ha sido publicado en la revista Journal of Medical Internet Research. Para entender los resultados y ver su transcendencia en la vida de estos pequeños, hablamos con Mario Alonso Puig, uno de los autores principales, médico especialista en Cirugía General y Digestiva y Patrono de Honor de la Fundación Juegaterapia.
“El estudio se ha hecho específicamente en un grupo de niños (20 en total, 11 niñas y nueve niños que fueron evaluados durante los años 2016 y 2017) en tratamiento por procesos malignos de cáncer y que padecían una complicación de la quimioterapia, que sucede algunas veces y que se llama mucositis”, explica Alonso Puig. La mucositis genera muchos problemas porque es una inflamación de las mucosas que puede llevar a úlceras, “por ejemplo, el simple hecho de tragar saliva puede ser excepcionalmente doloroso”. “Nosotros hemos aplicado esta terapia de juego específicamente a estos pequeños. Esto es lo que hemos hecho. Que, lógicamente, si el juego es capaz, como ha demostrado el estudio, de reducir un dolor tan intenso en los niños de tal manera que sus requerimientos de morfina bajan hasta un 20%, que es una barbaridad, hay que intuir, hay que inferir, que ese tratamiento, que el juego en general, reduce el dolor infantil”. Según añade, esta es la primera investigación, “que nos conste”, que se hace sobre la aplicación del juego y su influencia en el dolor de los niños con mucositis.
La terapia de juego aplicada en el estudio consistió en videojuegos sencillos, muy de niños, “es decir, totalmente carentes de violencia; por ejemplo, de deportes, como fútbol o coches, o juegos donde hay príncipes y princesas y en los que aparecen monstruos que escupen chicles”. En definitiva, eran juegos que involucraron a los pequeños de una manera amable. Los niños jugaban solos unas dos o tres horas al día. “Lo interesante es que el beneficio no solo se daba mientras se entretenían, sino que se mantenía a medio plazo, se prolongaba hasta el día siguiente. Lo que demuestra esto es que el resultado no se define por la mera exposición, sino que repercute en sistemas biológicos que siguen actuando favorablemente una vez que la pura distracción del momento del juego ha pasado”, explica Alonso Puig.
Según mantiene el experto, el estudio también ha demostrado “algo que a mí me parece fascinante, que es la activación hasta en un 14% de una parte del sistema nervioso que se llama complejo vagal”. Este es responsable, según explica, de la vitalidad, de la recuperación, de la renovación del organismo, “y está estrechamente relacionado con un aumento de la activación, de lo que se llama vago anterior, que se relaciona y está demostrado con una mejora del sistema de defensa, el sistema cardio vascular; es decir que lógicamente mejora la salud en estos niños, aunque todavía no hemos podido detectar las consecuencias últimas de esta activación”.
El juego como analgésico para combatir el dolor
“Hay una faceta que sí se ha demostrado del juego. Y es que tiene impacto físicamente tanto en la analgesia como en la activación del nervio vago”, reitera Alonso Puig. “Ahora, también se ha visto”, prosigue, “una mejora sustancial y objetiva no solo en la sensación del bienestar, sino en la tranquilidad de los niños”. Por ejemplo, según explica, como en el caso de un niño que cada vez que veía que llegaba la bolsa de quimioterapia se ponía fatal, “en una ocasión, tras el juego, le dijo a la enfermera que no le pusiera la medicación y la enfermera le contestó que tan solo venía a quitársela. Ni siquiera se enteró. Luego hay que tener en cuenta que un paciente con una enfermedad infantil de estas características impacta muchísimo en la familia. Y que ellos vean que el niño está más tranquilo, que está mejor, pues también tiene un impacto en ellos”, sostiene el experto. Para Alonso Puig, es muy importante recalcar que el complejo vagal anterior es una de las partes del sistema nervioso más importantes en la relación social, “es decir, un niño que experimente un aumento en su activación, será un menor que tienda menos a aislarse y va a tender a relacionarse más con su familia y el personal sanitario. Y eso lo sabemos desde hace años, desde la psicoterapia, que la comunicación favorece la salud”.
“Creemos que el juego podría formar parte perfectamente del protocolo de tratamiento de un niño diagnosticado con una enfermedad maligna y que tiene que estar en el hospital”, incide Alonso Puig. Según mantiene el experto, cada vez nos alejamos más del modelo cartesiano que diferenciaba entre mente y cuerpo, que hoy no se sostiene con la investigación actual, “hoy sabemos que los procesos mentales tienen una implicación directa en los procesos fisiológicos”. “Estamos hablando de que el ser humano”, continúa, “tiene muchas dimensiones y una es la física, pero otra, sin duda, es la dimensión mental”.
Fuente: El País.