Un estudio indagó en el nivel de estrés de los docentes durante la pandemia a raíz de la educación a distancia
Una investigación realizada en Alemania dio cuenta de las dificultades que experimentaron, desde un deterioro en la interacción con los estudiantes hasta la falta de apoyo y problemas con la tecnología.
La mayoría de los profesores se ha planteado el liderazgo de su profesión como herramienta para dar respuesta a las consecuencias de la crisis. Se ha formado intensa y extensamente en todas aquellas metodologías activas que se han considerado pedagógicamente útiles para continuar con el proceso de enseñanza-aprendizaje de sus alumnos.
Dominar la enseñanza a distancia impuesta por la pandemia de COVID-19 fue un desafío para muchos maestros. Experimentaron niveles de estrés medio a alto, según revela un reciente informe. Más del 50% de ellos ha pasado más de cuatro horas diarias en la enseñanza a distancia, y los maestros de escuelas secundarias experimentaban mucho más estrés y trabajaban más horas al día que los maestros de educación especial.
La gran mayoría de ellos experimentó barreras técnicas, pero la mayoría se sintió capaz de hacer frente funcionalmente al estrés. Las profesoras experimentaron mucho más estrés, pero lo afrontaron más a menudo de forma funcional; utilizaron estrategias de afrontamiento más funcionales cuando esperaban factores externos como barreras para la enseñanza a distancia.
Durante la pandemia del COVID-19, motivar a los estudiantes en las clases virtuales ha sido crucial. Se conoce la importancia y el gran papel que juega la motivación en el aprendizaje y esto ha sido apoyado por muchas investigaciones.
“Sin embargo, el área de la motivación del profesorado no ha recibido tanta atención. Incluso los propios profesores a veces olvidan o descuidan su importancia a la hora de ejercer su profesión”, explica Lorena Salud Gadella Kamstra, especialista de la University of Essex, en un documento publicado en The Conversation.
Antes de la pandemia, llevó a cabo una investigación para con 23 profesores de secundaria en centros públicos de España. El objetivo era entender los factores que afectaban a su motivación y desmotivación en su vida diaria como docentes.
Hacer luz sobre inspirar
La motivación del profesorado está muy ligada a la del estudiante, y los profesores que están motivados para enseñar pueden provocar esa sensación en los estudiantes para aprender. Pueden tener un impacto en sus alumnos de manera positiva o negativa, pero, si los docentes están motivados, esta influencia será mejor.
“En mi estudio descubrí que la mayoría de las causas de desmotivación de los profesores eran extrínsecas, es decir -explica la profesional-, estaban fuera de su alcance o control. Estos factores incluían la carga laboral, el sueldo, la falta de recursos, la ausencia de reconocimiento y las limitaciones del plan de estudios”.
El COVID-19 puede haber acentuado estos factores. Por ejemplo, la falta de apoyo y ayuda recibidos de la propia escuela y la excesiva carga laboral a la que se enfrentan. Estos ítems podrían tener un impacto negativo en su equilibrio personal y profesional y en su propio bienestar.
Algunos investigadores han identificado varias de las dificultades que los profesores han encontrado durante la pandemia, desde un deterioro en la interacción con los estudiantes hasta la falta de apoyo y problemas con la tecnología.
El valor altruista o desinteresado de esta profesión es un factor determinante que ha garantizado la motivación del profesorado a la hora de enseñar, pero esta no es la única razón por la que este se decanta por esta carrera o permanece en ella.
El valor del aprendizaje
Los profesores incluidos en la investigación se referían a la enseñanza como una profesión en la que pueden seguir aprendiendo. Uno de ellos dijo: “Cuando aprendo, cuando entiendo algo nuevo o descubro algo que no sabía que era de esa manera estoy motivado, estoy feliz y estoy satisfecho”.
Los participantes describieron a un profesor motivado como alguien “que nunca deja de aprender”. La enseñanza les permite formar parte de un proceso de aprendizaje continuo. Aseguraron que les gustaba escuchar ideas novedosas y hacer cosas que fomentaran su lado más intelectual, y estos factores les impulsaban a seguir enseñando.
Durante la pandemia, los docentes han tenido que averiguar cómo enseñar en línea y muchos han hecho cursos para mejorar sus capacidades y prepararse para dar clases virtuales. En una situación normal, podrían haber disfrutado de estas nuevas oportunidades de aprendizaje y motivarse a usar lo aprendido.
Sin embargo, puede que muchos no hayan podido disfrutar de estas oportunidades debido a la presión de la pandemia. Puede que algunos hayan visto esta oportunidad como un reto o como una experiencia inspiradora, pero también es posible que se haya convertido en una vivencia frustrante en la que estaban bajo presión para aprender algo nuevo en un tiempo limitado.
En una clase normal deben hacer malabares para enseñar, comprobar que los alumnos entienden y responder a sus preguntas. Ahora, acciones tan simples como compartir pantalla y ver a los alumnos al mismo tiempo, contestar a mensajes en el chat mientras continúa la clase o activar y desactivar el vídeo y el micrófono puede convertirse en una pesadilla y causar estrés para aquellos que son nuevos en esto de la enseñanza virtual.
“En mi estudio -explica Gadella-, algunos profesores se mostraban realmente afectados por el comportamiento del alumnado o la falta de progreso. El virus ha cambiado la logística en el aula y esto puede afectar al desempeño de su profesión”.
El profesorado tiene que estar pendiente de la higiene y el uso de las mascarillas de los alumnos en los centros. Ya no pueden acercarse a ellos para corregir sus cuadernos o solucionar una duda individual. También deberían evitar el uso de fichas o actividades en papel para reducir la propagación del virus.
La motivación del alumnado se solía incentivar con juegos y actividades grupales que ahora se evitan debido a la pandemia. Los alumnos se encuentran separados de sus compañeros por una distancia de al menos 1,5 metros y las actividades en grupo o parejas se ven perjudicadas por el espacio limitado de las aulas.
En las clases de idiomas, aquellos alumnos con mascarilla y que no pueden trabajar en grupos o parejas ven deteriorada la práctica de la pronunciación y la expresión oral.
En aquellas zonas con más contagios, el profesorado tiene que hacer maravillas para continuar con las clases presenciales con algunos grupos mientras que otros grupos de alumnos trabajan desde casa y tienen clases virtuales. Independientemente de si algunos alumnos están en sus casas y otros en el aula, o de si todas las clases son telemáticas, está claro que esta pandemia ha complicado aún más la labor del profesor. Sin embargo, también se percibió el desafío donde “muchos siguieron priorizando el querer lo mejor para sus alumnos, tengan las circunstancias que tengan, lo que seguirá siendo el mejor motor para estos momentos de crisis”, concluye la analista.
Fuente: INFOBAE.