Como todo en nuestra Argentina, tendremos una Navidad rara. Somos los campeones del absurdo.
En Navidad estamos celebrando LA VIDA POR EXCELENCIA y los argentinos nos empeñamos en discutir la muerte con el proyecto sobre el aborto (¡qué inoportuno! – ¿será a propósito?).
En Navidad celebramos la esperanza y estamos discutiendo si podemos o no aumentar más
muerte en nuestra patria, sumando niños inocentes a los más de 40000 muertos por la
pandemia.
En Navidad celebramos la alegría y estamos tensos esperando una votación que nos da
tristeza.
En Navidad celebramos la cercanía de Dios y nos empeñamos en prescindir de Dios y de sus
mandamientos, ateizando la sociedad y dejando de lado la dimensión religiosa, esencial al
hombre y su cultura.
En Navidad celebramos la recreación del mundo y del hombre en Cristo y estamos viendo si no
podemos cambiar la creación, transformando los sexos gratuitamente, proponiendo el
transhumanismo y otras soberbias pretensiones humanas.
Y podríamos seguir con las incoherencias y las torpezas como la de un ministro que llama
“fenómeno” al niño por nacer.
Si la dignidad humana no fuera sagrada e inviolable, Dios no se hubiera hecho uno de nosotros
naciendo en Belén.
La Navidad nos llama a sorprendernos frente a un Dios que nos ama tanto que se hace uno
con nosotros de tal manera que ya no podremos hablar de Dios sin hablar del hombre, porque
Dios se ha hecho hombre en Cristo.
La Navidad es la ternura de un niño que nos llama, nos enternece.
Como dice el Papa Francisco, en la era de la robótica, hay algo que los robots no pueden hacer
y es dar ternura. El Papa nos propone la “revolución de la ternura”.
Y esa ternura nos la da el Niño de Belén.
Si algo nos dice la Navidad de este tiempo tan difícil que vivimos, si algún mensaje de vida nos
da la Navidad, es que tenemos que aprender a vivir la ternura.
Esa ternura que habla de cercanía, de amabilidad, de sonrisa, de delicadeza que tenemos que
tener con toda vida, la del indigente, la del enfermo, la del niño pobre, la del joven
desorientado y atrapado por la droga, la del anciano abandonado, la de la madre con graves
dificultades y la del niño por nacer que no puede hablar todavía.
Esa ternura es la que nos lleva a respetar a cada uno y ayudarlo en lo que buenamente
podamos hacer por el otro. La ternura es lo que debemos vivir en casa, en las familias, aprendiendo a respetarnos, perdonarnos, aceptarnos como somos y buscando entre todos la verdad que nos hace libres.
Ternura es lo que tienen que tener las autoridades, porque habla de delicadeza con los
verdaderos problemas de la sociedad y no la torpeza de querer imponer ideologías que no
construyen ni la persona ni la sociedad.
Dios se hace hombre para que el hombre se acerque a Dios sin miedos, con la alegría y la
esperanza que da un Niño que nace en Belén.
Pedimos hoy al Niño, que muchos, muchísimos, adoran en Argentina, que nos regale, por su
bondad, legisladores, autoridades, funcionarios, pastores que entiendan el corazón de nuestra
gente y la ayuden a vivir con esperanza.
Que el Niño Jesús traiga a nuestra Argentina la paz que tanto necesitamos, pero que se
construye todos los días respetando ante todo la ley del Dios del amor y construyendo la
civilización del amor, la cultura del encuentro, como diría el Papa Francisco.
En la Fiesta de la Vida, cuidemos y defendamos la Vida.
P.Germán Maccagno
Navidad 2020