La presión arterial alta es un factor de riesgo que puede resultar en algo más que una cardiopatía.
Una vez diagnosticada la hipertensión arterial, el planteo médico va desde mejorar el estilo de vida, con una alimentación saludable, restricción de sal y sodio en la dieta, abandono del cigarrillo, aumento del ejercicio aeróbico y control del estrés para cuidar el corazón, hasta medidas de índole farmacológica.
“Ahora bien, ¿”estar tratado” es sinónimo de “estar controlado”?, ¿El tratamiento es suficientemente intensivo como para prevenir infartos cardíacos, accidentes cerebrovasculares, deterioro cognitivo, insuficiencia renal o trastornos visuales?’, plantea a Con Bienestar Miguel Sangiovanni (M.N. 78.412), médico especialista, máster en hipertensión arterial y mecánica vascular.
Un estudio realizado en la Argentina demostró que la mitad de los hipertensos no sigue el tratamiento recomendado o directamente lo abandona, porque se siente bien, porque se olvida o porque esta enfermedad silenciosa no exhibe grandes síntomas… hasta que actúa, a veces de manera letal. Es un dato extraído de la Encuesta Nacional sobre Adherencia al Tratamiento, también denominada “Estudio ENSAT”.
El exceso indiscriminado de fármacos de venta libre, como antiinflamatorios, descongestivos nasales y antialérgicos, complica el buen control de la hipertensión arterial.
“Hay que crear conciencia de que la hipertensión arterial es una enfermedad crónica no curable, pero sí controlable. El médico debe tener un rol de educación central, estableciendo parámetros de objetivos claros e indicaciones precisas”, señala el especialista.
El desgaste
Las arterias sanas son flexibles, fuertes y elásticas. Su revestimiento interior es liso para que la sangre fluya libremente, y suministre nutrientes y oxígeno a los órganos y tejidos vitales. La hipertensión aumenta progresivamente la presión de la sangre que fluye por las arterias y eso puede dañarlas.
“Hay personas que buscan canalizar el estrés a través de hábitos nocivos como fumar, aumentar la ingesta de bebidas alcohólicas, aumentar la ingesta de grasas y comidas con sal. Este estrés, en muchos casos, se ve asociado a ansiedad, depresión y aislamiento social, lo que lleva a disminución de actividad física y momentos de recreación. Todo lo mencionado deriva, a largo plazo, en un aumento de la presión arterial de forma sostenida”, argumenta Miguel Schiavone, cardiólogo y magister en hipertensión arterial.
Las arterias estrechas y dañadas por la presión arterial alta tienen problemas para suministrar sangre al corazón. La hipertensión constituye “la principal causa de muerte prematura y la segunda de discapacidad por enfermedades no transmisibles como el infarto, los accidentes cerebrovasculares y las enfermedades renales”, aseguran desde la Federación Interamericana del Corazón.
“El consumo excesivo de sal es una de las principales causas de hipertensión arterial en nuestra población y al menos el 30 por ciento de los casos de la patología son atribuibles al consumo por demás de sodio”, explica la nutricionista María Cecilia Martinelli (M.N. 3.447).
Además, la especialista en diabetes y obesidad agrega: “También influyen el sobrepeso, el sedentarismo, el hábito tabáquico, el estrés y la genética”. Ante estas complicaciones, la actividad física regular se vuelve fundamental.